Wanna, estudio de la Asociada Catherine Figueiredo (A. 0018) presenta el proyecto estratégico de interiorismo del Restaurante del Club de Tenis de Dénia.
¿Qué es lo que más apetece tras un intenso partido de tenis o pádel? Refrescarse, bajar pulsaciones y comentar las mejores jugadas, en un espacio que invite a la relajación y en el que te sientas como en casa. Un espacio como el nuevo restaurante del club de tenis de Dénia.
El estudio creativo, estratégico, multidisciplinar e independiente Wanna ha trabajado intensamente la experiencia de usuario y el diseño de interiores para remover los cimientos del antiguo restaurante y convertirlo en el nuevo espacio de reunión para los socios del club y para el diverso público general que lo visita.
Actualmente bajo la gerencia de Eduardo Artal, el estudio ha construido el proyecto sobre tres pilares fundamentales: ganar espacio para dar mejor servicio a los clientes; ofrecerles experiencias de consumo diversas y transformar el bar en un lugar donde apetezca estar en cualquier época del año. Para ello ha trabajado en darle mayor visibilidad al comedor, ganar luz natural y en dotar de más funcionalidad al espacio de manera que pueda privatizarse para eventos.
El espacio diseñado es limpio, natural y sencillo. El estudio ha huido de ornamentos y decoración excesiva para dar paso a la vegetación. La gama cromática bebe del paisaje de los alrededores, el parque natural del Montgó y el Mediterráneo, y de un elemento icónico del tenis: la tierra batida. Por eso predominan los azules y el camel en los espacios principales, y el terracota, que convierte los baños en espacios inmersivos. Fieles a su filosofía de apostar por el diseño español y, a poder ser local, Wanna ha seleccionado materiales y mobiliario de marcas como Ondarreta, Andreu World o BPM.
El resultado: un espacio auténtico en el que se genera una atmósfera de calma y tranquilidad, en medio del ajetreo del mundo deportivo, ideal para que cada persona disfrute a su ritmo y a cualquier hora de un bocado, un refresco o un batido de frutas, mientras a unos pocos metros los niños empuñan sus primeras raquetas, los jugadores se dejan la piel en la pista y las pelotas van y vienen, como la vida misma.